Titulares como este se ven de forma recurrente en la prensa, casi siempre motivados por algún estudio de compañías aseguradoras (en este caso AXA) o de la patronal del sector, UNESPA. Ese es el primer indicio para pensar que no tienen porqué ser totalmente imparciales. Pero yendo un paso más allá cabría preguntarse, ¿qué es fraude? Pues esencialmente fraude, en este contexto, significa estafa, es decir, un delito. Y como tal existe la obligación legal de denunciarlos, por lo que podríamos pensar que durante el año pasado hubo 22.500 denuncias o querellas por estafa cursadas por aseguradoras, sin embargo esto no fue así. El motivo es que el término fraude es utilizado con laxitud por parte de las compañías aseguradoras, que en muchas ocasiones hablan de fraude para referirse simplemente a siniestros a los que no dan cobertura. Estos son ejemplos que mencionan en el propio informe:
- Daño eléctrico. Casuística en la que el asegurado trata de dar cobertura a un hecho que no lo tiene. Por ejemplo, aparatos eléctricos muy antiguos que se rompen y se aduce una sobretensión para su sustitución.
- Exageración en la reclamación en cualquier garantía directa. Se aprovecha la ocurrencia de un siniestro real para incluir bienes no sustraídos o dañados
- Daños anteriores a la Contratación. El asegurado sufre un daño sin tener seguro alguno y lo contrata con posterioridad para que la compañía repare el daño ocasionado a él mismo o a un tercero.
Sin embargo cualquiera de los casos anteriores pueden enmarcarse (y los profesionales no encontramos con ellos a diario) en siniestros en los cuales simplemente existe una discrepancia entre el cliente y su aseguradora. Si tenemos en cuenta que la aseguradora tiene un evidente interés económico en no indemnizar aquellos daños sobre los que tiene la más mínima duda, podemos deducir que gran parte de los siniestros incluidos como fraudulentos no lo son. Otro factor a tener en cuenta es la exigencia de las aseguradoras a que los peritos con los que colaboran descubran un porcentaje de siniestros fraudulentos.
Con todo esto no queremos minimizar el problema que supone el fraude, como son el incremento de las primas para el resto de asegurados, el aumento de costes en el sector o el uso de recursos sanitarios en personas que no lo necesitan. Simplemente se trata de poner en contexto estos datos, para que no se extienda la creencia (habitual en algunos profesionales del sector) de que el cliente por defecto va a tratar de defraudar a su aseguradora.
Aunque muchas veces lo olvidamos el seguro es un contrato que se basa en la buena fe, un fundamento que obliga a ambas partes a actuar con la máxima honestidad y a no interpretar arbitrariamente los términos recogidos en el acuerdo.